El aumento del boleto del transporte larga el tarifazo con todo. Viene acompañado con una suba persistente de los combustibles, otra más de la medicina pre-paga, de los colegios privados y de los útiles escolares, de la leche....
Tiene lugar cuando la inflación ya ronda entre el 20 y el 25%.
Pero no significa que vaya a mejorar el tránsito o la seguridad de los pasajeros, o que vaya a bajar el subsidio a las empresas que pagan los contribuyentes.
Las patronales han advertido que aplicarán los aumentos a cubrir los costos.
Seguirán amasando una fortuna en forma parasitaria, o sea sin la necesidad de invertir un peso.
El impasse no podría ser más completo, si a esto le agregamos los déficits fiscales que crecen en todas las provincias.
Para detener la inflación, el gobierno (que aunque cambia, sigue) ha previsto no cumplir con el reajuste a los jubilados que ha establecido la Corte, ni hacerlo tampoco con los salarios de los empleados del Estado.
Acumula el superávit del Anses (25.000 millones de pesos), pero para refinanciar la deuda pública.
También pretende imponer un techo a las paritarias, y para eso reprime las luchas como la del Casino, el pescado de Mar del Plata, el subte, en Carrefour o Coto.
Así es como debuta la flamante Presidenta.
No es un plan de gobierno que prometa una perspectiva de progreso para los trabajadores; aún hoy, la mitad de ellos gana en promedio 800 pesos por mes.
A este diseño siniestro oponemos otra alternativa:
• Un salario mínimo igual al costo de la canasta familiar;
• 82% móvil para los jubilados; doble aguinaldo;
• Paritarias libres con delegados elegidos en asambleas;
• Ningún aumento en los precios, que las empresas abran sus libros para que la sociedad pueda conocer su costo real de producción.
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